martes, enero 04, 2005

Cereal por las mañanas

Quienes conozcan mis hábitos rotos del sueño, sabrán que me despierto a la 1 del día, a veces a las 2. En vacaciones, mis hábitos del sueño... sencillamente no son hábitos. Se convierten en un lodazal, un juego de niños a base de hacer agujeros en la tierra donde aparecen todo tipo de lombrices. Son de esos agujeros de la tierra que se llenan con agua de la llave. Mis habitos de sueño. ¿Por qué son así? Creanme, en eso se ocupa un 15% del tiempo que debería estar dormido: pensando, mientras miro la pared, o el texto que estoy leyendo en el momento. Mucho se lo atribuyo a que de niño, pocas veces me mandaban a dormir. O nomás me hacía el dormido un rato y salía a ver televisión, mucha televisión. Canal Once, donde hablaban de los inventos maravillosos del futuro, donde miraba a jóvenes estudiantes competir en programas televisivos, donde se me iban las noches en silencio (porque la tele no hacía ruido, tan sólo veía una imagen tras otra), pensando quien sabe que cosas pensarán los niños de esa edad.

Hoy me levanté temprano, y como ayer, que no dormí, desayuné cereal. Un platanito, un poco de azucar, y hojuelas de maiz bañadas en leche. En mi casa, la de antaño, con siete familiares desperdigados cada uno en tratar de hacer su propia vida y conseguir su propia independencia, rara vez tuvimos cereal. Me acuerdo que me gustaba mucho, pero mi abuela decía que era una porquería, que tan sólo servía para engordar y que no tenía ningún valor nutricional. Así que nos preparaba un licuado de plátano con chocolate, de esos que le parten la madre al estómago... pero eso si, uno no se queja porque no ha desayunado (y a veces, hasta de que no ha comido).

Durante diciembre estuve yendo a casa de mis tíos, los acompañé un rato. También mi madre y mi hermano se encontraban ahí. Platicamos, vimos tele, vimos mucha tele... me asombré de cuánto la extrañaba. Comprendí que en la televisión, se me olvidaban muchas cosas, se me olvidaba pensar... tan sólo necesitaba mirarla. La televisión era un delicioso placebo para olvidar mi neurosis, para olvidar mis problemas y mis incertidumbres. Tal vez, de niño, no pensaba mucho al mirar las imágenes o todo el pensamiento se quedaba trabajando como algún programa de fondo, como un spyware (¿Cómo castellanizarán spyware los puristas?). Tal vez, de niño, no era un neurótico, no me preocupaba por consumirme en las entrañas de la ciudad... tal vez, de niño, era más importante desayunar, de vez en vez, cereal por las mañanas.

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